Especialistas aclaran que el aumento de diagnósticos de autismo se debe a una mejor detección

El debate en torno al incremento de diagnósticos de trastorno del espectro autista (TEA) ha vuelto a cobrar fuerza en los últimos meses, impulsado por declaraciones que han vinculado de manera directa el uso de ciertos medicamentos durante el embarazo con esta condición. Sin embargo, la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP) ha sido clara: no existe evidencia científica sólida que respalde esas afirmaciones, y el aumento de la prevalencia observado en la última década responde principalmente a una mayor capacidad de detección, tanto de casos leves como de los más severos.

En un comunicado reciente, la SENEP subrayó que estudios de referencia, como el publicado en la revista JAMA, no han encontrado asociación significativa entre el consumo prenatal de paracetamol y trastornos del neurodesarrollo. Incluso, al analizar la relación entre dosis y efectos, las posibles correlaciones se desvanecían al realizar controles en hermanos, lo que apunta a la influencia de factores genéticos o ambientales no considerados. De esta manera, el organismo científico insiste en que no hay datos concluyentes que indiquen que el uso terapéutico y breve de paracetamol durante el embarazo pueda causar TEA.

Los neuropediatras también recordaron que el autismo es un trastorno complejo y multifactorial. Existe una predisposición genética sobre la cual pueden incidir factores ambientales en momentos clave del neurodesarrollo, aumentando la probabilidad de que se presenten alteraciones. Entre los factores de riesgo ya descritos se encuentran la prematuridad, el bajo peso al nacer, la exposición a tóxicos durante la gestación, las infecciones congénitas, la edad avanzada de los padres y la deprivación afectiva o la escasa estimulación en la infancia temprana.

En este contexto, la SENEP quiso ser tajante en un punto clave: las vacunas no guardan relación alguna con el desarrollo del autismo ni con otros trastornos como el TDAH. Este recordatorio responde a la persistencia de discursos que, sin sustento científico, continúan generando alarma en la sociedad.

Respecto al empleo de tratamientos como la leucovorina, la sociedad aclaró que no se trata de una terapia para el autismo en general, sino de una intervención médica específica para un subgrupo de pacientes con deficiencia de folato cerebral. En estos casos, los síntomas —que incluyen problemas de comunicación, alteraciones de conducta, dificultades de atención y retrasos en el desarrollo— pueden parecerse a los del TEA, pero corresponden a una condición diferente que requiere un abordaje particular.

Finalmente, los especialistas hicieron un llamado a la prudencia y al rigor científico, advirtiendo que difundir conclusiones no respaldadas por evidencia sólida no solo genera confusión, sino que también puede afectar a las familias que conviven con este tipo de diagnósticos. Para la SENEP, el compromiso debe centrarse en una comunicación clara y responsable, que reconozca la complejidad del autismo y promueva un enfoque informado y respetuoso hacia quienes lo viven.

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